jueves, 4 de octubre de 2012

Alvaro Carrillo. Un tributo.




   Su hijo, Mario Carrillo Incháustegui escribió en “Con sabor a mi padre: La Herencia de Alvaro Carrillo”:Cuando mi padre estuvo en la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo (ENA), entre 1941 y 1949, era de régimen militar, por lo cual, los estudiantes internos tenían reglamentos de disciplina castrense. Podían salir del internado sólo los fines de semana después de clases. En cierta ocasión mi padre conoció a una mujer que fue a visitar a uno de sus hermanos que estaba en Chapingo, éste se la presentó y quedaron de salir juntos el viernes por la noche, pues ella se regresaría a su pueblo el sábado siguiente. Mi padre estaba muy entusiasmado por dicha cita y estuvo esperando la llegada ese día. Sin embargo, el rector de entonces justo ese viernes por la noche tenía unos invitados a los que quería complacer como un buen anfitrión, y mi padre era famoso en la escuela por varias de sus canciones, así es que el rector le pidió que no saliera ese día y que se quedara para cantarle a sus invitados.  Mi papá, que estaba muy agradecido con el rector porque lo estaba patrocinando para sus idas a la ciudad de México a promocionar sus canciones, le explicó que justo ese día no podía quedarse, pues tenía una cita con la hermana de un estudiante.  El rector le volvió a insistir que se quedara, pues ahora lo necesitaba él y que ya les había presumido a sus invitados de su talento. Mi padre – dicen que muy apenado –, le dijo que no podía dejar plantada a la señorita pues ella partiría al día siguiente y ya no tendría otra oportunidad para salir con ella.  El rector, viendo la negativa de mi padre como algo definitivo, lo sentenció entonces y le dijo que se iba a quedar por la buena o por la mala, así es que decidió arrestarlo por desacato hacia un superior y lo encerró en una de las torres donde había una celda para castigo. Cuenta el Ing. Pech que mi padre, ya encarcelado, veía desde su celda como iba anocheciendo y, poco a poco, la luna llena alumbraba el pasillo del patio principal. Mi padre tenía su guitarra, pues el rector en cualquier momento iba a requerir de sus servicios, así es que con la luna llena inspirándolo y su amor lleno de desesperanza, comenzó a escribir lo que sería, sin duda, una de sus mejores canciones:



   Su hijo Mario, continúa su relato y nos cuenta cómo se conocieron sus padres: “Fue el 17 de abril de 1957, día del cumpleaños 24 de mi mamá Anita, cuando mi padre le llevó serenata a la casa donde vivía con mi abuela, Eloina Guzmán Añorve, y mis dos tíos, Pedro y Guadalupe, en Peralvillo, en la ciudad de México, a instancias de su primo Ramón.  A mi madre siempre le gustó escribir poesía y Ramón sabía de su debilidad por las canciones… así es que el día de su cumpleaños logró contactar con mi padre, quien era su paisano, para que le hiciera el favor de llevarle serenata a su prima. Cuando mi padre vio a mi madre quedó flechado al instante por su belleza pero, sobre todo, por lo sensible que era mi madre para con sus canciones. Así es que, Álvaro Carrillo, le pidió permiso a Ramón para poder cortejar a su prima y como su paisano no podía confesar su secreto –estaba enamorado de ella- pues le concedió ese derecho.  Mi mamá también se enamoró del poeta que mi papá era y lo invitó a comer al día siguiente. A partir de ese momento las serenatas se volvieron más constantes y los pretextos para convivir juntos se hicieron comunes. Entre ellos comenzaron a brotar todas sus afinidades, mientras mi madre le leía sus poemas mi padre la contra-atacaba con otro tanto de canciones. Sólo tenían una gran diferencia, mi madre tomaba muy poco y mi padre tomaba un mucho.  Fue en diciembre de ese año, 1957, cuando en la cena de Navidad, ya estando comprometidos, mi padre tomaba Whisky y entre trago y trago le depositaba un beso a mi mamá. Mi madre, como casi toda mujer, le empezó a reclamar que estaba tomando mucho, sugiriendo que dejara de hacerlo. Pero mi padre hacía “mutis” para servirse otro Whisky y así, sorbo tras sorbo y beso tras beso, los reclamos se hicieron rutina. En una de esas, cuenta mi tía, que mi mamá le dijo a Álvaro Carrillo que de tanto beso ya la estaba emborrachando, que ella sin tomar nada ya tenía en la boca el sabor a Whisky; Mi padre, tras una breve pausa, le reviró y le dijo: “lo que tienes en la boca no es sabor a Whisky es… sabor a mí”. Ambos, cómplices de la poesía, entendieron en ese momento que la frase suscitada de ese reclamo era una sentencia poética que debería convertirse en canción. Mi madre la anotó como tarea para mi padre y, rompiendo su sobriedad, tomó un trago del vaso de mi papá y brindaron por el que sería, probablemente, el éxito más grande que Álvaro Carrillo haya compuesto.



























Unica foto de Alvaro Carrillo en Mérida, Yucatán, en 1961 ó 1962.
Bohemia en casa de Don Fermín Gómez, en Mérida, aparecen: Fernando Cervera Rosado, Fermín Gómez, Luis Urcelay Sosa, Enrique “Coki” Navarro, Eduardo Novelo Estrada (1ª. voz de Los Montejo); abajo a la izquierda Pastor Cervera Rosado y al centro, el compositor y trovador Álvaro Carrillo cantando una de sus canciones. ¡Qué bohemia!
 










































Ultima foto en vida de Alvaro Carrillo en
Chilpancingo, Guerrero con el Gobernador
Caritino Maldonado, 1 de abril de 1969.